"(...) Porque así es: el actual modelo catalán, defendido con ferocidad digna
de mejor causa, es anómalo e injusto. Se dice de inmersión para callar
que es de exclusión.
En realidad, ninguna razón confesable
hay para preferirlo a una modalidad bilingüe, de conjunción, donde no
se separarían a los alumnos, sino las materias: tantas en una lengua,
tantas en otra, en atención al entorno sociolingüístico.
Un sistema
fácil de implantar, respetuoso e inclusivo, que asegura el dominio de
ambas lenguas.
Pero que no haya razones confesables para oponerse a esta alternativa, no significa que no las haya inconfesables: la inmersión monolingüe no logra ningún beneficio pedagógico que un modelo bilingüe no consiga también, pero solo aquella rinde el beneficio ideológico
que el independentismo desea: hacer que sobre el castellano pese el
estigma de lengua extranjera, contribuyendo así a adelgazar el contenido
de esa parte de su identidad que los catalanes tienen en común con el
resto de los españoles. (...)" (Juan Claudio de Ramón, El País, 12/03/18)
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