"(...) Pero hoy también sabemos que esos murcianos y extremeños y
valencianos roban a los catalanes. Por eso Cataluña, así denominado el
territorio que contiene a sus habitantes convertido en ser pensante,
hablante y actuante, como categoría escolástica, quiere la
independencia.
Cataluña, que es la tercera comunidad más rica de España,
está expoliada por el resto de España. Y los murcianos, extremeños y
valencianos no roban a los vascos porque éstos no se dejan. Se agarran
bien los bolsillos y no hay quien meta la mano en ellos.
Acaba de aprobarse en el Parlamento, con el consenso de toda la
izquierda, el llamado Cupo vasco para este año y los siguientes, que
supone que el gobierno vasco se queda con varios cientos de millones más
de los que tenía que haber pagado al Estado. Parece ser que las
diferencias fiscales están claras.
Mientras los vascos reciben de la
financiación autonómica 4.455 millones de euros, Navarra 1.133 y
Extremadura 140, a Murcia le faltan 330 y a Valencia 1.893. Otras
comunidades tampoco están bien servidas, porque a Andalucía le deben
1.687.
Pero es que vascos y catalanes tienen un plus que los hace
merecedores de las plus valías que no merecen extremeños ni murcianos ni
valencianos.
La Historia. Sí, la Historia, con mayúscula, que comparten
catalanes y vascos y que murcianos, extremeños y valencianos –y
andaluces y castellanos y aragoneses y riojanos y cántabros y asturianos
y canarios, añadiría- no poseen. La Historia, esa señora pomposa y
aristocrática y antigua, merece unas atenciones especiales precisamente
por ser aristocrática y antigua.
Ya se sabe que Cataluña y el País Vasco tienen unos derechos
históricos de los que otros territorios no pueden presumir, y cuyo
origen comienza en la más baja Edad Media en el caso de Cataluña, cuando
en el siglo XII ya era una república que fue invadida por Castilla,
según cuentan los libros de texto escolares que se enseñan en las
escuelas catalanas.
El País Vasco y Navarra, a raíz de las guerras
carlistas que ensangrentaron España y la hicieron más pobre, más
desértica y más atrasada, en 1878 llegaron al acuerdo con el gobierno
central de pagar unas cantidades a “fortfait” para aliviar las
exhaustas arcas estatales y no participar del pago de los impuestos
generales.
Ese es el derecho foral que incluso el dictador les mantuvo,
bien agradecido por la ayuda que los carlistas prestaron al bando
golpista en la Guerra Civil, y que se le reconoció en la Constitución de
1978, también manu militari, cuando el terrorismo etarra
volvía a enlutar nuestro país. Con ochocientos muertos y miles de
heridos, mutilados e inválidos, no había más discusión que la paz.
La Historia, la sagrada, indiscutible y dominante Historia que decide
de la vida de los pueblos a ella sometidos. ¿Qué importa ahora si los
extremeños no tienen tren, a los murcianos el tren les pasa por encima y
los niños y las niñas valencianas estudian en barracones desde hace
veinte años? Lo importante es que la Historia antigua decida del destino
de los humanos de hoy. Como dice Marx, la tradición de todas las
generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos.
Lo cierto es que la Historia es contada y escrita y reescrita varias
veces en cada siglo, y los extremeños y murcianos y valencianos no han
sabido llegar a tiempo de contar la suya, que vamos, creo yo, alguna
tendrán, y las únicas historias son las que repiten machaconamente hasta
la pesadilla vascos y catalanes.
Y, por tanto, mientras los trenes no
llegan o llegan para fastidiar y los niños se hielan en barracones, en
Extremadura, en Murcia y en Valencia, Cataluña y el País Vasco tienen
que defenderse del robo continuado que el resto de España les inflinge.
Como dice, muy acertadamente Julio Llamazares lo único que les queda a
Extremadura, Murcia y Valencia es declarar la independencia." (Lidia Falcón, presidenta del Partido Feminista, Crónica Popular, 01/12/17)
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