"(...) Después de lo vivido en los últimos años, uno está hecho a todo, pero
hay una cosa que causa pasmo, tanto más que se ha convertido en recurso para engañabobos.
El pacifismo. Todo es pacífico y si alguien lo cuestiona será agredido.
Cabría llamarlo "pacifismo musculado".
Si exceptuamos a la Guardia
Civil y los "fachas", terminología que abarca a todo aquel que se
proponga opinar algo diferente al canon nacionalista,
fuera de esto, todos los dirigentes son adalides del pacifismo. En el
colmo de la desvergüenza hay incluso un líder de última hora,
beneficiado por el corrimiento de escala, que compara los gestos de Los Jordis
como un homenaje a Rosa Parks, aquella afroamericana que se sentó en la
parte del autobús reservada para los blancos.
O metemos el sentido
común, no ya la razón, o acabaremos enzarzados en la más surrealista de las pendencias. La de los cínicos.
Pacíficamente y por obligación, el president Pujol
prohibió que en los patios de las escuelas, no le bastaba con las
aulas, los niños no hablaran el idioma de sus casas. Cualquier objeción a
esta medida era una reminiscencia del franquismo, auténtico paraguas
que les protege de la lluvia o del sol.
Hoy las opiniones han vuelto al
ámbito de la privacidad porque enunciarlas provoca una reacción del
pacifismo musculado que va desde el despido, el aislamiento o colgarte
de un puente, en efigie, ¡ya desearían poder hacerlo en vivo y en
directo, con TV3 rodando y Catalunya Ràdio transmitiendo.
O quemarte la
casa porque exhibes otra bandera. Son pacíficos mientras tú te callas,
sólo cuando te expresas entra con toda su fuerza el carácter musculado
de la respuesta. El déficit democrático de la sociedad catalana en los
últimos años se ha convertido en una especie de espada de Damocles sobre
nuestras cabezas.
Todos ejercen de pacíficos mientras no cuestiones su
violencia. Esta sociedad necesita más psiquiatras que líderes cobardes
con patrimonio." (Gregorio Morán, Crónica Global, 09/12/17)
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