19/10/17

Ya no importan ni la meta ni el camino a seguir en pos de una república propia, mucho menos su viabilidad. Lo que importa es mantener una apariencia de comunión independentista...

"(...) Durante estos últimos años –más bien cinco que diez– la reducción secesionista del soberanismo ha procedido a un relato épico de sus propias decisiones y proclamas, tratando siempre de inducir el máximo dramatismo a cada circunstancia. 

Una mezcla de numantinismo sobrevenido y de resuelta vindicación de valores considerados propios ha llenado calles, plazas, horas y encuentros de algo desconocido en la Catalunya pragmática y átona de las últimas décadas. Emociones que no tenían precedentes, con miles y miles de catalanes afirmando que eran independentistas desde la cuna.

 La promesa de una “tierra sin mal” ha calado en el ánimo de mucha gente, que así se deshacía de las revelaciones de un pasado reciente no precisamente glorioso por Pujol y los muchos suyos. Es ­inevitable suponer que el procés representa una purga –un purgatorio– para los pecados cometidos por el catalanismo gobernante antes de que se hiciera independentista. 

La radicalidad de la propuesta de una república independiente confiere autenticidad a los restos del pujolismo y a quienes se han ido confabulando con ellos para dar el salto al “referéndum vinculante”.  (...)

Ahora que el Govern de la Generalitat se debate entre cómo mantener la llama independentista y cómo preservar su poder autonómico, ha llegado el momento de dirigir una severa mirada hacia el círculo que han acabado conformando Puigdemont y los muchos suyos cuando se han percatado de que no están ya en condiciones de alimentar una espiral de agravios y victimismo.  (...)

Catalunya se enfrenta a los catalanes; a su propia pluralidad. Se enfrenta a la sublimación de un poder –el de la Generalitat– cuando no se sabe quién o quiénes toman las decisiones en cada momento, ni cuál es la enjundia de sus gobernantes al tener que afrontar horas tan decisivas.  (...)

Ya no importan ni la meta ni el camino que seguir en pos de una república propia, mucho menos su viabilidad. Lo que importa es mantener una apariencia de comunión independentista. Un círculo que el vicepresidente Junqueras describió perfectamente al recabar unidad y firmeza al mismo tiempo, cuando resulta evidente que es precisamente ese binomio el que flaquea, porque la firmeza –se entiende que la defensa de una vía unilateral– plantea serias dudas en un sector significativo de la comunión independentista, mientras que la unidad a la baja suscita recelos en el sector opuesto. 

La prueba más palpable de que la Generalitat ha caído en su propio enredo es que no puede ir más allá de la carta que ayer remitió Puigdemont a Rajoy. Porque su interlocución acaba cuestionada tanto si no se decide a prevenir el ultimátum del jueves como si se dispone a evitar la aplicación del 155."                (Kepa Aulestia, La Vanguardia, en Caffe Reggio, 17/10/17)

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