"(...) Como
ya he comentado muchas veces, creo que la efervescencia independentista
en Cataluña responde en mucho al proceso de decadencia de las
sociedades occidentales, decadencia que ya se ha manifestado de manera
particularmente evidente en Grecia, Reino Unido, EE.UU., e incluso Francia.
España sólo es otra ficha más en el dominó de esa decadencia global de Occidente, fruto de una crisis que no puede acabar nunca;
y es sólo cuestión de tiempo que España sufra una convulsión,
previsiblemente peor que las de nuestros vecinos.
El sentimiento de
desconexión con las élites que experimentan la mayoría de los ciudadanos
hace que todo lo que tenga que ver con el Estado se vea como
ineficiente y corrupto, y que cada vez menos personas, tanto en España
como en Cataluña, están de acuerdo con un continuismo que tiene una
imagen cada vez más retrógrada y despreciable.
(...) Contrariamente
a lo que se defiende desde el campo independentista, la secesión de
España supondría una caída económica más que considerable tanto para
España como para Cataluña.
El grado de interconexión de las dos
economías es total, pues Cataluña forma parte de España, la mayoría de
sus "exportaciones" van a España y para España Cataluña es un motor
económico fundamental.
Ya desde el punto de vista meramente logístico,
el proceso de secesión tiene una complejidad astronómica: desde la
gestión de la red eléctrica, enormemente interconectada entre ambos
territorios, hasta las redes de gas, carreteras, puertos, aeropuertos,
cuencas fluviales, recursos hídricos y así un largo etcétera.
Además,
tal secesión no se verificaría de grado: al margen de que más de un
líder independentista pueda acabar en una cárcel española, y de que
acabara produciéndose cierta violencia hasta la consumación de la
separación, es evidente que, por una cuestión de orgullo nacional y
sabiendo cómo son nuestros líderes, España no ayudará a Cataluña a hacer
más sencillo el proceso, ni tan siquiera en aquellas cosas en las que
la no-colaboración perjudicase claramente a los españoles.
Antes al
contrario, se pondrán todo tipo de obstrucciones y pegas, y entre otras
España intentaría endosarle al nuevo Estado tanta deuda nacional como le
fuera posible (si le dejan).
Y por si fuera poco, esta eventual secesión de Cataluña pasaría en
medio de una grave crisis económica mundial, que no sólo agravaría los
problemas económicos internos sino que además mermaría el apoyo
internacional al proceso de transición (como mínimo, el apoyo
económico).
Teniendo en cuenta que la siguiente oleada recesiva muy probablemente será el inicio del largo descenso energético,
la trayectoria será siempre descendente para los países occidentales,
pero en el caso de Cataluña y España ese descenso sería más rápido que
el de otros países de nuestro entorno (lo cual, no nos engañemos, a
ellos les vendría muy bien, por lo que se supone de aumento de recursos
disponibles para ellos). (...)
La enorme carga de la deuda, las espurias rencillas entre Cataluña y España, la enorme complejidad de los ajustes en la gestión de tantas infraestructuras y administraciones, y todo eso con el trasfondo de una crisis económica draconiana, podría servir no sólo para producir una fuerte caída inicial de la que nunca nos recuperaríamos, sino que probablemente pondría, tanto a Cataluña como a España en una vía de descenso más rápido de la que tendrían yendo juntas por la Historia.
Así
pues, la independencia de Cataluña nos llevaría a un colapso rápido
pero en mejores condiciones que los colapsos que sucederán
posteriormente. Por tanto, en una última paradoja, el proceso
secesionista catalán supondría una gran ventaja y algo deseable tanto
para Cataluña como para España.
Aunque dudo mucho de que ningún
representante político osara jamás plantear el debate en estos términos." (The Oil crash, 05/07/17)
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