"Leo los argumentos de la izquierda apoyando el
“referéndum sobre la independencia” y la “autodeterminación” de
Catalunya, y me entristezco. Además de pretender separar a los
trabajadores y a las mujeres de los pueblos de España, enfrentándolos
entre sí, además de haberse lanzado a ese proyecto para ocultar el
latrocinio a que se han dedicado los próceres que han gobernado y
gobiernan Cataluña, además de haber desmovilizado las protestas sociales
que se desencadenaron cuando comenzó el gobierno de Artur Mas, han
falseado la historia.
Comentaristas hay que, situándose en la izquierda,
aseguran que la independencia de Cataluña no es una moda que surja de
pronto sino que sus orígenes se sitúan en el siglo XVII, cuando el
ejército español la ocupó.
Con estos mimbres- y otros más endebles todavía como
la supuesta catalanofobia que padecen los “españoles” contra el pueblo
catalán- hasta Izquierda Unida y la Junta Estatal Republicana aceptan el
derecho de autodeterminación de los pueblos de España en sus
manifiestos programáticos. (...)
Recuerdo la declaración de la Confederación Nacional
de Trabajadores de que la única patria del proletariado es el sindicato,
y oigo todavía las apasionadas palabras, sobre la unión de los
proletarios, de mi abuela Regina de Lamo, anarquista, cuando en los años
anteriores a la II República militaba con Lluís Companys en Barcelona
–quien fue más tarde presidente de la Generalitat de Catalunya- , por el
sindicalismo y el cooperativismo codo con codo con los obreros
catalanes. Mi abuela era de Jaén.
Recuerdo la indignación que sentí cuando María Aurelia
Campmany me espetó que todo el que hablaba castellano en Cataluña era
fascista.
Esta perversión de lo que había sido la fraternal
unión de las clases trabajadoras en España ha calado en los sectores de
izquierda actuales que, presos del Síndrome de Estocolmo, están apoyando
las demandas de la burguesía siempre esquilmadora del proletariado.
Dividiéndolo entre catalanes y españoles, entre los de pura cepa y los
charnegos, entre los españolistas y los catalanistas, los
independentistas y los unionistas, los federalistas y los centralistas.
Esos Mas y Puigdemont y Junqueras no se atreven a reclamar la pureza de
su sangre como hacen los vascos, porque sería demasiado para un pueblo
que se formó con iberos, fenicios, cartagineses, romanos, germanos,
árabes, judíos, franceses, andaluces, aunque sería bueno que se leyera a
Herribert Barrera.
Pero eso de la “identitat” y del “sentiment” que se
airea para justificar el deseo de los catalanes de separarse de los
demás españoles tiene ese tufillo. Al fin y al cabo ellos son
diferentes, porque son mejores. Y todas las diferencias tienden al
racismo. (...)
Y, para que nadie se llame a engaño: yo soy catalana.
Aunque hija de emigrantes, como tres millones más de los ciudadanos de
aquella Comunidad que con nuestro trabajo y nuestra plus valía hicimos
rica y grande a la burguesía catalana.
La izquierda española, si despierta de este
hipnotismo y es suficientemente valiente para denunciar el engaño de los
independentistas catalanes, debe dedicarse a unir a los trabajadores y
mujeres de toda España contra los enemigos comunes: la Monarquía, el
Capital y el Patriarcado.
Y mientras no tome ese camino, quedará derrotada y
sin impulso para dirigir las fuerzas que tienen que alcanzar el poder
para transformar el país.
Por: Lidia Falcón O’Neill" (eldiario.es, 18/06/17)
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