"(...) El tema de hoy: ¿se qué hablan realmente cuando hablan o parecen hablar de la vía escocesa? De lo siguiente:
Hablan de urnas pero las urnas se han puesto en repetidas ocasiones en
ciudades y pueblos de Cataluña y en una de las últimas ocasiones, el 27S
de 2015, cuando por decisión propia ellos mismos convirtieron unas
elecciones autonómicas en un plebiscito, perdieron la apuesta y el
golpe.
Hablan de diálogo pero de lo que quieren realmente hablar
es de lo suyo, de asuntos de poder y más poder. Para algunos, de todo
el poder para los soviets hemos pasado, nos quieren hacer pasar, a todo
el poder para los secesionistas y sus dirigentes neoliberales y afines
(con ayudas inesperadas de una supuesta izquierda).
Hablan de democracia pero realmente de lo quieren hablar es de la destrucción-aniquilación, no democrática, de un demos común.
Hablan de solidaridad pero lo que sientan y piensan realmente es que
ellos son la Europa rica, una Europa “muy alemana”, muy del Norte y los
otros, “los españoles”, Madrid o el “Estado español” tal como hablan
ellos de manera nada inocente, son una rémora, un país retrasado lleno
de gentes sin preparación y muy poco modernas (al estilo y por la misma
senda que las declaraciones de algunos políticos institucionales de la
Europa del Norte).
Hablan de la vía escocesa pero no quieren
escuchar palabras como éstas, formuladas por Fraser Thompson del SNP:
“Ambas [Escocia-Inglaterra, Cataluña-España] situaciones son muy diferentes. Separar Escocia supondría romper una unión política entre dos naciones que ya estuvieron separadas”.
Hablan de transparencia y de procedimientos democráticos pero tienen
guardados en un cajón, cerrado a cal y canto y a la vista de muy pocos,
proyectos constitucionales que afectan a toda la sociedad.
Hablan de información veraz y contrastada pero sitúan como director de
TV3 a un hooligang sectario del secesionismo que ha insultado a babor y a
estribor, incluso a colectivos separatistas.
Hablan del derecho
a decidir sabiendo que es un derecho inexistente y negando al mismo
tiempo a la ciudadanía española, incluyendo por supuesto la catalana,
decidir sobre asuntos tan esenciales como el TTIP.
Hablan de conversar y sólo hablan con los suyos para que les jaleen los oídos y les digan estrictamente lo que quieren oír.
Hablan de apoyo sin fisuras al Estado a Bienestar y durante sus años de
gobierno han golpeado con insistencia conquistas obreras y ciudadanas,
sobre todo la salud y la educación, sin olvidar lecciones inaugurales de
su consejero de Economía donde hacía un llamamiento explícito a los
empresarios asistentes para que acabaran con el estado asistencial y
extendieran en el ámbito público el dominio de sus negocios y
beneficios.
Hablan, lo citan presidente y vicepresidente en su artículo del pasado lunes en El País,
del derecho de autodeterminación sabiendo, como saben, que la situación
de Cataluña nada tiene que ver con relaciones coloniales o
semicoloniales y que ningún sentido tiene tras casi 40 años de autonomía
política.
Hablan de su cercanía al legado de Nelson Mandela, de
su admiración por su figura, pero, en realidad, su cosmovisión política
está ubicada a siglos-luz de distancia de la del dirigente sudafricano.
Hablan, aunque ahora sea con menos insistencia, de la España que
explota a Cataluña o de España contra Cataluña, tergiversando la verdad e
insultando a millones de conciudadanos que se sienten catalanes y
españoles.
Hablan de acuerdos entre gente dialogante que dialoga
mientras preparan, con nocturnidad y alevosía, leyes de desconexión que
nadie ha votado.
Hablan en contra de la politización de la justicia y ellos son maestros ejemplares en estas operaciones.
Hablan de leyes y de respeto a las leyes cuando les conviene y se pasan una gran parte de ellas por la entrepierna.
Hablan de una Cataluña socialmente más justa, más equilibrada, cuando
ellos mismos practican y defienden políticas que fomentan la
desigualdad.
Hablan también, y con razón, de las políticas
represivas del gobierno Rajoy (para ellos “Madrid”, “España”, “Estado
español” en este caso) y olvidan las políticas incendiarias de su propio
gobierno (recordemos la figura de Felip Puig Corcuera-Fernández),
empujando todo lo que estuvo en su mano para que se encarcelara a
jóvenes estudiantes que estuvieron durante más de 35 días en prisión
preventiva (con posterior sentencia absolutoria) por participar en una
huelga general.
Hablan de concordia y de aproximaciones entre
gentes diversas cuando han estado durante unas cuatro décadas, de forma
insistente, generando y abonando diferencias de ficción, distancias
irrecuperables, separaciones inevitables, memes irreconciliables (con la
ayuda de “grandes intelectuales” del país) y demás venenos
antisociales.
Hablan de una Cataluña de todos y no dejan de
apoyar y subvencionar a los suyos, mientras arrojan fuera del ámbito
público al resto de la población.
Hablan de una Cataluña plural y
quitan el pan y el oxígeno al castellano, al que consideran, rascando
un poco, lengua impropia del país.
Hablan de la necesidad de una España diversa y, en cambio, sueñan y quieren construir una Cataluña uniforme.
Dicen defender la enseñanza pública mientras usan dinero de guarderías públicas para pagar a escuelas concertadas.
Hablan de modernidad y de sociedades avanzadas mientras están
vertebrados realmente por un nacional-catolicismo catalán, molt català,
que echa para atrás incluso a cristianos no radicales.
Hablan de
la importancia de la educación pública, se llenan sus oídos con sus
proclamas, y dos de cada tres escuelas nuevas del próximo curso
2017-2018 estarán en barracones.
Hablan de banderas de todos y
dan empujones para cambiar símbolos consensuados durante décadas por
esteladas que viven como la futura bandera del país independiente.
Hablan de respetar la opinión de todos y hacen todo lo posible para
aplastar las voces que no les son afines, que apenas reconocen y suelen
maltratar en sus medios informativos-intoxicativos.
En fin.
Hablan, hablan, hablan y hablan, se las dan de demócratas, agitan
supuestos derechos, se muestran muy modernos y dialogantes y lo que
esconden realmente es una tenaz e inconmensurable lucha por el poder
aprovechando lo que ellos consideran momentos difíciles del adversario.
No les importa un carajo la situación del resto de ciudadanos españoles.
La izquierda, mientras tanto, muda o muy silenciosa, con alguna ligera crítica muy de cuando en cuando. (...)" (Salvador López Arnal , Rebelión, 25/03/17)
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