27/4/17

La caldera independentista continúa sin poner en ebullición ni a la mitad de los catalanes

"La vertiente más sólida del independentismo es la vivencia cotidiana que comparten muchos ciudadanos de Catalunya de que su país no forma parte de España. No se trata únicamente de una convicción o de un sentimiento. 

Es que su día a día transcurre en un entorno de vínculos personales, relaciones profesionales y hasta trámites administrativos que se sustraen a la existencia de un Estado constitucional de ámbito español en el que estaría incluido aquello que, en términos materiales, les procura una sensación de soberanía plena: el grado de autogobierno que disfrutan junto a todos los demás catalanes. 

Aunque hay una variante de esa vivencia que aún va más allá; la que convierte la efervescencia independentista en una forma de vida. Una forma de vida que invoca legitimidades y derechos, pero que no atiende a razones de orden político en cuanto a la idoneidad del fin propuesto, a la viabilidad de su realización, a las reglas de conducta para alcanzar la meta, al propio sentido del referéndum y a las condiciones de su escrutinio. 

Entre la vivencia de no ser español y el independentismo como forma de vida se ha erigido una fortaleza aparentemente inexpugnable que sólo las diferencias entre sus moradores parecerían capaces de echarla abajo.

Es el reino del mientras tanto, en una versión quimérica del pragmatismo. Recurre a la creencia recreada a diario de que hay un plan infalible, y si no ya se urdirá. De que una astucia sin cuento será capaz de sortear obstáculos, burlando a enemigos externos e internos hasta sacar a Catalunya del atolladero que imponen voluntades y protocolos ajenos. 

Mientras tanto se trata de no cejar en el empeño, de mantener la caldera a temperatura de ebullición. Y nada más natural para ello que vivir como si ya el país de los catalanes hubiese dejado de ser español. Al fin y al cabo la vía de la identidad subjetiva es la que conduce en menos tiempo a la vivencia independentista. Al independentismo como forma de vida. 

Una vez alcanzado ese estadio, poco importa cuándo será el referéndum, o si lo habrá o no. Porque siempre podrá echarse mano del sucedáneo de unas nuevas elecciones autonómicas reivindicadas, otra vez, como plebiscitarias.

 En el plano de la política convencional las cosas discurren en otros términos. La caldera independentista continúa sin poner en ebullición ni a la mitad de los catalanes. El cambio más tangible se está produciendo en cuanto a la recomposición partidaria del mapa catalán; el Parlament resultante de unas próximas elecciones se adivina tan distinto al actual que la divisoria entre el independentismo y el no independentismo importará bastante menos que ahora. 

Pero no por ello la vivencia de una soberanía plena conducirá necesariamente a un tiempo de frustración. La plasticidad social será capaz de regresar al pragmatismo sin quimeras, también entre los independentistas. (...)

Al mientras tanto de la vivencia independentista –tan envolvente, tan interpelante– le sobra trascendencia y le falta laicidad. Le sobra la quimera y le falta realismo… y una pizca de verdad. Necesita dejar de hablar en nombre de todos mediante el enunciado del concepto nación como algo que sólo puede hacerse realidad de una única manera. 

No basta con que espere a que los demás le ofrezcan alternativas a la ruptura con el resto de España, que siente ya realizada. Es necesario que busque por sí misma salidas de contraste con la pluralidad catalana y con los intereses comunes a la España constitucional. 

Entre otras razones porque la vivencia independentista carece de la cohesión política necesaria para hacer de la unilateralidad algo más que una inercia colectiva."           (Mientras tanto, de Kepa Aulestia,  La Vanguardia, en Caffe Reggio, 18/04/17)

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