"Pongo mis cartas sobre la mesa para que los lectores y lectoras no se
sientan engañados. Cuando oigo o leo que dos máximos representantes del
gobierno de Junts pel sí hablan de diálogo y recuerdo lo que estamos
viviendo en Cataluña desde hace ya bastante años, enrojezco y siento un
poco-mucho de vergüenza ajena. (...)
Con más detalle y reconociendo, de entrada también, que yo no soy
partidario del gobierno de Rajoy ni me muevo en sus alrededores. Ni en
este ni en los restantes temas. (...)
“Que gane el diálogo, que las urnas decidan” es el título -más que
sorprendente si recordamos aquel “referéndum o referéndum”- del artículo
que el presidente Puigdemont de la Generalitat de Cataluña y el
vicepresidente Junqueras [CPyOJ] publicaron el pasado lunes en El País [1]. Como la cosa va de urnas, y en algunos compases iniciales hablan de Escocia, vale la pena recordar algunos puntos básicos.
Las urnas: las elecciones autonómicas del 27S fueron transformada por
los dos partidos a los que pertenecen los firmantes en unas elecciones
plebiscitarias, con la ayuda inestimable de una fuerza que dice de sí
misma que es radical y transformadora, y de los Países Catalanes
(restando de esos “países catalanes” a Andorra y L’Alguer).
¿Sobre qué
fue ese plebiscito? Ellos mismos lo señalaron una y mil veces: sobre la
independencia. Si queréis ser independientes, nos repitieron y
repitieron por tierra, mar y TV3, votadnos a nosotros, Junts pel Sí. Lo
otro no vale.
Los secesionistas, masivamente, así lo hicieron. Estaban
en su derecho por supuesto. Resultado: perdieron la apuesta, algunas
voces de ellos mismos (luego olvidadas) lo reconocieron la noche del 27S
y sólo una ley electoral no proporcional, que nunca han deseado
cambiar, transformó la derrota en una mayoría parlamentaria que depende
de los apoyos de esa supuesta fuerza radical.
Resumo: las urnas
hablaron, lo que ellos quieren y piden; la ciudadanía decidió, y el
secesionismo, la posición que ellos defienden, fue derrotado. Sin
embargo, no lo reconocen, no hay forma. (...)
Sobre Escocia (ellos nunca hablan de lo ocurrido recientemente en
Alemania y en Italia con la petición, con sendas respuestas negativas,
de referéndums de separación), conviene recordar algunas manifestaciones
de la parte interesada [2].
Declaraciones de Fraser Thompson del SNP:
“Ambas [Escocia-Inglaterra, Cataluña-España] situaciones son muy
diferentes. Separar Escocia supondría romper una unión política entre
dos naciones que ya estuvieron separadas. Nosotros reemergeríamos como
Estado de Europa”. (...)
Señalan además que “todo parece indicar que Escocia y Reino Unido
volverán a pactar la celebración de un nuevo referéndum de
independencia”, el segundo en tres años añaden, cuando más bien las
noticias que llegan abonan la opinión contraria: el gobierno inglés es
más que reacio a la celebración de ese segundo referéndum y sólo con la
autorización del Parlamento de Westminster se podría celebrar.
No está
mal, concluyen, “para algo que en España no puede ni tan solo formar
parte de una mesa de diálogo entre los Gobiernos español y catalán”,
mesa que ellos, en general, han rechazado siempre a no ser que se les
diese razón en todo, sobre todo en sus puntos esenciales: referéndum
secesionista, som una nació, tenemos soberanía… y que os den. Han
hablado, por otra parte, no lo olvidemos, centenares y centenares de
veces, de referéndum unilateral.
De diálogo, pues, nada de nada.
Recuérdese por otra parte su inconsistencia. CDC, PDCat, se opuso a un
referéndum esencial en la anterior legislatura. No quisieron que la
ciudadanía, tampoco la catalana, nos manifestáramos sobre el TTIP. Sus
prácticas democráticas no son modelo de nada.
Pactar la forma de
resolver las diferencias políticas siempre une, prosiguen cínicamente
los mismos que durante décadas no han parado de alimentar todas las
diferencias posibles en ámbitos donde no eran tales. Más aún: las
diferencias, afirman, “sólo separan y dividen si no se quiere acordar la
forma de resolverlas”.
Además, esas diferencias, sostienen, “son
consustanciales en la sociedad democrática, no son negativas, hay
incluso que tratarlas con delicadeza si se trata de diferencias cuya
defensa es más difícil y comprometida”, y lo dicen ellos, precisamente
ellos, que no cesan de imaginarse y construir una Cataluña sin
diferencias donde, de hecho, ser catalán (en su concepción nacionalista)
es un registro, a veces un poco supremacista, que excluye a millones de
catalanes.
Ahí, insisten, “es donde la democracia se robustece y se
afianza ante la pulsión populista y simplona de resolver la diferencia
mediante la prohibición, los muros y la discriminación. Señalar al
diferente como amenaza, como elemento de división de una sociedad que
vivía tan tranquila en sus sagradas e inquebrantables certezas, es,
aparte de terriblemente injusto, un grave obstáculo para la búsqueda de
soluciones”.
¿Están hablando de ellos mismos y de sus prácticas
potíticas reales cuando hablan de señalar al diferente como amenaza?
¿Quién está hablando de levantar muros? ¿No son ellos? (...)
Observamos con pena y tristeza que esa misma posición, sin ningún tipo
de matiz, la comparten PP, PSOE y Ciudadanos”. Ese sin ningún matiz,
teniendo en cuenta las diversas corrientes del PSOE, dice mucho de su
ceguera y uniformismo político. No entro en ello.
Por lo demás, conviene
señalar que las fuerzas citadas deberían hacernos pensar a las no
citadas. ¿¿Qué habremos hecho mal las gentes de izquierda para que CPyOJ
se sientan cómodos con nuestras posiciones? (...)
la actitud del Gobierno español y las Cortes Generales no se parece
en lo más mínimo a la del Gobierno y el Parlamento británicos”. ¿Que la
actitud secesionista catalana es semejante a la posición escocesa
cuando, después de perder el plebiscito 27S, el gobierno catalán habla
(y no sólo habla) de desconexión, de leyes de transitoriedad, cambian
procedimientos parlamentarios con nocturnidad y alevosía para hundir el
debate parlamentario, y anuncian una nueva República catalana día sí,
noche también? ¡Qué tendrá que ver eso, más allá de otras diferencias,
con las prácticas y los tiempos escoceses!
Las querellas y la
judicialización de la política, guerra sucia, amenazas de uso de medidas
excepcionales, a las que hacen referencia tienen también en ellos
representantes de primera mano. Recordemos sus actuaciones con los
encausados por las huelgas generales y las actuaciones policiales de los
Mossos d’Esquadra bajo la dirección de Felip Puig, un clon, a veces
mejorado en términos represivos, de Jorge Fernández Díaz.
De su
actitud sesgada y antidemocrática es prueba lo que afirman a
continuación : “En sintonía con la voluntad de Gobierno, Parlament y
sociedad, se ha puesto en marcha en Catalunya el Pacto Nacional por el
Referéndum, del que participa una pluralidad aplastante de la sociedad
catalana, incluidos agentes económicos y sociales”.
Ni sociedad catalana
ni pluralidad aplastante ni historias falsarias. De nuevo, por error o
porque consideran no catalanes a los que no comulgamos con su credo
nacionalista, están hablando de ellos, del mundo secesionista. (...)
Luego confunden, es pan tóxico nuestro de cada día, estado y goberno del
PP y afirman que “el Estado ha abandonado a todos los catalanes,
también a los que no quieren la independencia, pero aman a Catalunya
como el que más y sufren, por tanto, cuando su país sufre”. (...)
No es la desatención de Cataluña, hablando como hablan en términos de
naciones; es la explotación, maltrato y desatención de los sectores más
desfavorecidos de la sociedad catalana, maltrato en el que se les ve
muy cogidos de la mano a gobierno catalán y al gobierno de Rajoy, lo que
genera justa oposición en muchos ciudadanos federalistas de Cataluña
que se ven poco representados políticamente por los suyos, por los que
deberían ser suyos.
Basta pensar en las prácticas destructivas de los
consejeros de Sanidad y Enseñanza como ejemplo de ese amor a Cataluña
que dicen profesar. Quin riure, quin riure!
El Gobierno de la
Generalitat, afirman, va a poner las urnas, que decidan. Es su derecho, y
lo van a ejercer. Pero ya hemos decidido. Insisto una vez más: no
estamos a favor de la destrucción de un demos común. Queremos una nueva
España federal en la que encaje, como ellos dicen, una Cataluña
solidaria, justa y no próxima a posiciones liganordistas. La más
popular, la heredera de la lucha antifranqusita. No queremos una
Cataluña de ricos dirigida por ricachones sin escrúpulos. (...)
Como el llamamiento parece estar destinado a los ciudadanos
-seguramente piensan en los españoles (para ellos, los no catalanes),
porque los lectores de El País en castellano, deben ser para ellos todos
españoles-, algunos ciudadanos, yo soy uno de ellos, barcelonés para
más señas, queremos ser tan crítico como los autores demandan y exijo a
uno de mis gobiernos, al catalán (al de Rajoy también pero no es el
punto ahora) que dejen de permanecer en posiciones inmóviles, que no nos
cuenten otra vez el cuento del Estatut, y que ciertamente, los
catalanes, como el resto de españoles, queremos decidir nuestro futuro
en determinados asuntos a través de referéndums sin inventarnos agravios
y derechos inexistentes. Por ejemplo, como antes señalábamos, en el
asunto del TTIP, referéndum al que los dirigentes de CDC, la actual
PDCat, se opusieron.
Así que de dar lecciones de democracia, más bien poco. Ellos menos que nadie. Que se miran un poco a su propio ombligo. (...)" (Salvador López Arnal , Rebelión, 22/03/17)
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